
Cuando escucho a algunas amigas que tienen un solo hijo, quejarse y quejarse de la falta de tiempo, del cansancio, de la demanda excesiva de atención de su hij@, no entiendo mucho. En mi casa, en mi hogar, cuando no está uno de mis dos hijos, es una paz total, el que se queda se entretiene solo o podemos disfrutar de una rica siesta viendo algo en la tele, pero.. cuando están los dos (osea el 99% del tiempo), luego de cumplidas las obligaciones, el alboroto es increíble. Si juegan a su libre albedrío, la casa termina patas arriba, travesuras por doquier, exposición a peligros y fácilmente, el juego, en unos 20 minutos termina en pelea. Entretando calculo que el llamado "mamá" lo habré escuchado más o menos 25 veces de cada uno. Si han decidido pasar una tarde de hermanos peleados la cosa se complica, correteaderas, empujones, palabras subidas de tono y juguetes volando por los aires. Yo, porsupuesto, boto al tacho todos mis conocimientos psicológicos y aplico el famoso "cada uno a un cuarto y se acabó el juego!!". Esa paz dura poco, y empezamos de nuevo, entonces claro, es el momento en que anhelo en que sean las 8 pm y que de una vez acabe el día (de ellos) y empiece el mío.
Claro, esta escena se repite todo los días, y sí, es rico verlos saludables y reecontra energéticos.. pero que alguien me diga que no es lindo verlos por fin dormidos!!!!!
Yo no sé como será cada hogar, pero yo con dos hijos, siento que tener uno no es la mitad de dos, es el 20%... y ahora me pregunto.. ¿Cómo haría mi mamá con cuatro demonios, lanzándonos la comida a la hora del desayuno, o con ataques de risa interminables? ah... ya me acordé....ja, ja...en un solo movimiento preciso, mágico y casi acrobático, el café con leche nos caía a los cuatro en una sola lanzada y después encima teníamos que limpiar la pared!!!!!!.. !Grande má!...
Sí pues, y dos no son la mitad de cuatro. Así es que ¡imagínate! Pero todo pasa y cuando menos te des cuenta quieres verlos multiplicados y ahí se te escapan, huyen a sus propios mundos y no te queda otra que mirarlos de lejos y rogar a Dios porque su camino sea venturoso.
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